Dimitir reconociendo una mala gestión buscando el interés general honra, sin ninguna duda, mucho al que lo hace. El error es no dimitir con el orgullo y fin primordial de anteponer el interés de uno mismo al de los demás. Importante factura ya está pasando a la disciplina, jinetes, aficionados… y se le pasará, antes o después, al muy cualificado organismo que le paga y representa que para nada se lo merece.
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